Celestino Robles
Hasta hace unos años todavía, el maestro representaba un eslabón importante en las comunidades marginadas de Oaxaca, era querido por toda la cuadrilla porque era el personaje que sabía de todo; era capaz de gestionar, de hacer oficios, de orientar a las personas con las que convive todos los días, compartía las penas y parte de la pobreza de los miles de campesinos. Era pues, el guía de todos.
Aquella imagen del maestro pulcro, bueno y honesto se vino deteriorando con el tiempo, hasta llegar a nuestros días, donde la figura del educador, al que todos se dirigían para que indicara el camino que debía seguir la juventud, la niñez e incluso los adultos, se desvaneció. El papel del maestro quedó en un emblema de lucha en el que no están incluidos ni siquiera los pequeños a los que deben el nombramiento.
Pero este cambio, parece no importarles a los maestros, ahora lo más importante para ellos, es luchar por aumentos salariales y prestaciones, homologación y demás beneficios que pudieran encontrar, cobijándose de una fuerza impresionante al que muchos han llamado casi una mafia.
La deprimente situación que se vive en Oaxaca con los profesores complementa el cuadro dramático para este estado lleno de baches y pobreza extrema. La forma de lucha de los maestros, tiene en incertidumbre a todos; niños sin educación, (la escasa que les pueden brindar), comerciantes resentidos por las bajas ventas y una sociedad repudiando el hecho y atada de manos.
El prototipo de maestro, del que hablaba al inicio, ahora permanece semanas prácticamente tirado junto a los cerros de basura que ellos mismos generan, han dejado el portafolios y las tizas para tomar los botes de spray y plasmar su sentir también en las paredes de comercios y fachadas. ¡Vienen a la lucha! Así lo justifican.
El maestro se ha vuelto, incluso, inmune a todo el sentimiento del pueblo, no le importa cuánto tiempo puede estar en paro laboral, tampoco le interesa qué tanto aprenden sus alumnos, o cual fue su aportación a la comunidad o escuela en la que estuvo laborando, al parecer sólo les importa su bienestar y nada más.
Salvo algunos casos, a muchos no les preocupa su preparación, prefieren ser el espejo de aquellos vicios que aprendieron, y aplicarlos, aun cuando los tiempos no sean los mismos y que los avances tecnológicos y científicos los rebasaron ya. Esta falta de educación en los que dicen impartirla, es el resultado de las estadísticas desastrosas que publica la OCDE.
También la insensibilidad sale a relucir cuando se le miente descaradamente a las comunidades, a los padres de familia y a los pequeños, utilizando el sonado pretexto de luchar por conseguir mejoras para la escuela y los educandos. ¿Cuántas veces nos han dicho que este año traerán uniformes, zapatos y desayunos para los niños? Decían campesinos de la Mixteca. La respuesta la llevan ellos, y seguro darán una buena explicación.
Considero que todos tenemos derecho a luchar por lo que nos hace falta, y también a utilizar los métodos que consideremos necesarios para hacerlo, pero jamás afectando a terceros, tenemos una ciudad sitiada, miles de niños aprendiendo violencia, viendo las actitudes de sus maestros y un estado prácticamente destrozando.
Hoy se termina el tratamiento que año con año sufre Oaxaca, regresan los maestros a sus aulas, seguramente a realizar los trámites de culminación de cursos, no mas clases porque el período ha terminado. También se van insatisfechos por que sus mesas de diálogo aun continúan y las resoluciones parecen no tener fin y si es necesario quedarse, seguro lo harán. Total, el pueblo y la educación pueden esperar.